viernes, 16 de abril de 2010

Turismo Místico en Puerto Maldonado

Paititi es una ciudad legendaria perdida, escondida en alguna parte de la selva tropical del sureste de Perú. Quienes suponen que el mito refleja una realidad concreta, sugieren que la ciudad del Paititi y sus riquezas se encuentran probablemente en las selvas montañosas del sureste peruano, en el departamento de Madre de Dios, en algunos de los valles actualmente íncluidos dentro del Parque Nacional del Manú, al este del Cerro Atalaya, hacia los lugares llamados Pantiacolla en cuyas cercanías existen sugestivos montículos llamados "pirámides" de Paratoari, aunque estos llamativos montículos piramidales vistos desde el aire y recubiertos de densa yunga parecen ser formaciones geológicas naturales. A continuación el maestro Alejandro Kahuanchi, de la comunidad nativa Huachipaire, nos ofrece su magnífica manifestación sobre la existencia del Paititi.



“Verdaderamente existe. Cuando llegaron los españoles había en todos los sitios esas riquezas llamadas el oro. La gente buscaba a los nativos por buscar estos metales preciosos, y conquistaban con machetes, cuchillos, con todo, para poder intercambiar con esos objetos. Y por mucho tiempo que vivieron con estas ideas de entregar y dar para poder hacer canje con las herramientas que ellos correspondían. Pero después hubo abusos de las personas que han llegado a nuestras comunidades nativas en diferentes sitios, con los Huachipaires, con los Amasaires, con los Cohieris, Machiguengas. Todos ellos tenían contacto con ellos amigablemente. Pero al ver que ellos hacían todo tipo de abuso por esos metales lo han exterminado llevando a los sitios más peligrosos, y hasta el sitio que no estaba permitido podían llegar por salvar sus vidas. Pero al darse cuenta que la gente exterminaban mucho a los nativos, entonces al darse cuenta hicieron una reunión a nivel de todos los nativos de aquellos tiempos, y todos los pensadores y todos los conocimientos de aquellos tiempos dijeron que ellos han venido a exterminar a todos los seres vivientes y quedarse con las riquezas, que ellos se han enviciado, que es el oro. Entonces hicieron una reunión a nivel de todos, hicieron juramento, compromiso, una propuesta que no mas entregar riquezas que ellos ambicionaban. Desde ese momento las riquezas se desaparecieron totalmente. Y el Paititi se encuentra entre las cabeceras del río Piñipiñi y Pantiacolla. Y ahí están todas las cosas puestas, esas riquezas ocultadas.


Y había contacto con los sobrevivientes de los Incas, que ellos tenían un lenguaje aparte, y nosotros aparte, pero a través de todas esas reuniones se han comprometido que nunca más entregar. Ese Paititi se encuentra en dos sitios. Entre dos ríos se encuentran dos viviendas, dos ciudades, que es una ciudad poco menos con contenido de energías, y otra ciudad está bajo tierra, y que está con contenido de bastante riqueza. Esas riquezas que hay están protegidas por los nativos, y también al mismo tiempo están protegidas por la naturaleza como es los bosques, los animales. Por aire está protegido por la atmósfera. Cuando uno va está protegido por los tigres, el oso y también protege el bosque. El camino que fue hecho está encerrado por la vegetación. Y cuando uno llega al sitio, también por el espacio protege el trueno, y la atmósfera, la neblina. Es algo místico que está protegido por los poderes del espacio. Todas esas cosas que hay no son de nosotros, sino son del Creador. Entonces esto está guardado para otra generación. Esa generación tiene que pensar nuevamente para poder hacer sus místicas con esos metales, por que los antiguos que han vivido utilizaban esos objetos para elevar hacia arriba, y ofrecer con esto, y conectar con los espíritus del espacio. Es algo maravilloso, es una ciudad muy antigua que da a pensar que aquellos tiempos que vivían tenían conexión y manejaban sus energías de poder.



Cuando se habían exterminado todos los maestros, todos los sacerdotes de aquel tiempo ya no han utilizado, y nosotros los nativos que vivimos todavía, no manejamos esas energías; sino ya manejamos energías ya creadas por el hombre. Por eso que no se puede encontrar fácilmente esa ciudad maravillosa buscada por todo el mundo. Ahora la ciencia está buscando como encontrar. Y es posible que puedan encontrar porque estamos llegando a la meta para poder nuevamente revalorizar todos nuestros recursos que fueron dejados por los antiguos. Por eso que nosotros actualmente que vivimos sabemos a través de los sueños, a través de las plantas elementales que llevan la mente hacia ellos, siempre se encuentra, se ve. Pero en nuestra habla se han quitado entregar decir lo que es la verdad. Entonces hemos acostumbrado decir la mentira, ya no podemos decir sí, allí está. Cualquier persona que vaya a encontrar con los nativos que están por ese sector, no les pueden dar la razón de decir que allí está. Pueden decir sí está, pero no sé dónde. Por eso que la gente que se han pasado por encima de ellos, no han encontrado, porque la gente busca con otras ambiciones, con otras ideas de extraer.



Yo estoy practicando la medicina tradicional, y esto tiene que encontrar y utilizar ade­cuadamente ese material. Exclusivamente para poder ofrecer a los poderes creados con cosas que están dedicadas para ellos. Ahora todo el mundo ha terminado las riquezas, y ahora vienen a este continente para poder encontrar. Pero pienso que pueden encontrar gente que vienen con buenas ideas de revalorizar todas nuestras cosas que existen y poder compartir nuevamente con las personas que van a iniciar una nueva era. Así sí podemos decir, pero con esa mentalidad de extraer y llevar a otro país para convertir en cosas fabricadas y volver a negociar a nosotros, por eso que nosotros no podemos decir la verdad de entregar esas riquezas. Y así mismo también otros nativos que viven por esas cabeceras alrededor de esa ciudad, también no pueden decir dónde está. Por eso todo el mundo sufre, muere, pero no lo puede hallar. Y eso es una energía encantada que no deja pasar a nadie".



Así habló este amigo Huachipaire. El Paititi era la residencia del héroe cultural Inkarri, quien después de fundar Q'ero y Cusco se retiró hacia la selva de Pantiacolla, a vivir sus últimos días en la ciudad de su refugio. Desde allí gobernaba su imperio. Estaba prohibido el ingreso. Hasta el día de hoy los nativos guardan este mandato, y son muy escasos los que se han atrevido a franquear sus murallas, previos despachos y pedidos de permiso a la tierra y a los apus. Solo se permitió el ingreso a todos aquellos que portaban las riquezas para asegurarlas de la codicia del conquistador. Llamaron a esta ciudad con el sugestivo apodo del Dorado. La buscaron por toda América del Sur; pero no la hallaron. Allí agonizó lentamente el grandioso Imperio Inca del Sol.